viernes, 30 de noviembre de 2012

Aullido

*Ésta es la tercera llamada: por favor, apaguen o pongan en silencio sus celulares. No tomen fotos con flash.

Máquina de escribir. Mesa de ping-pong. Guitarra. Zapatos.

*Atención a la segunda llamada: les repetimos que no pueden tomar fotos con flash porque interrumpen a los actores.

Dos sillas. Una botella de San Cosme. Una caja de madera. Lentes. 

¨Éste es un espléndido y delicioso poema¨... 'Felicitamos a Sexto Piso, que cumple 10 años de editorial. Gracias a ellos hoy se presenta Aullido

En efecto, se escucha un aullido, pero las luces siguen prendidas. 

Diego Luna: cabello claro. Camisa a cuadros. Jean. Pañuelo colgando del bolsillo. 
Jaime López: camisa sin mangas. Se alcanza a ver tatuajes en el brazo izquierdo, pero desde la cuarta fila de asientos asignados para la prensa no se distingue la forma de los dibujos. Manillas en el mismo brazo de los tatuajes. Pantalón gris. Descalzo. 

Los dos aparecen en la Madison Avenue del salón Enrique González Martínez; están jugando tenis de mesa. De pronto López se detiene. No se mueve más.  


Diego Luna y Jaime López. 
¨He visto a las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura.¨ 

Diego Luna se saca los zapatos, se sienta, amarra su pañuelo en la silla, comienza a escribir, hace muecas, se frunce, se desespera, sigue la música con los pies, teclea con ritmo. Jaime se pone sus zapatos, toca su guitarra, siente a Allen Ginsberg en cada nota. 

El actor lee la parte del poema que abarca toda la hoja. Luego del punto final la arruga y la tira al piso. El público no deja de mirarlo un segundo. Todos toman fotos. La terceras y segundas llamadas no sirven de nada en una obra de teatro. 


¨Quienes iban de putas en Colorado por miríadas en autos robados, N.C., héroe secreto de estos poemas, semental y Adonis del alegre Denver a la memoria de sus innumerables encamadas con chicas en lotes vacíos, patios de bares, hileras de desvencijadas casas rodantes en la cima de montañas, en cavernas o con demacradas meseras en familiares subidas de enaguas al lado del camino y especialmente la secreta estación de gasolina solipsismos de Juan, y callejones pueblerinos también.¨ 

El actor saca un mono de juguete que está escondido en alguna parte del escenario, lo besa, cual tributo a Ginsberg y su amante. Ustedes saben, éstos de la Generación Beat eran extravagantes. Raros. 

Mientras López canta y sus dedos lo acompañan con el ritmo, Luna toma de la botella de San Cosme. Jaime está en su silla, tranquilo, cierra sus ojos cuando canta, su voz es ronca, gruesa, le permite interpretar un jazz o cualquier cosa que él desee.  

El actor sigue leyendo las hojas donde está el poema. Termina de leer la tercera y la tira, just like the other two. Esto es como el ensayo de una obra a la que todos estamos invitados. O bueno, a la que 800 personas asistimos porque supimos con tiempo de la maravilla que se iba a presentar en un punto cualquiera de Guadalajara. 


¨Quienes saltaron del Puente de Brookly. Esto realmente sucedió y quedaron desconocidos y olvidados en el aturdimiento fantasmal de los callejones de sopa y camiones de incendio de Chinatown, ni siquiera una cerveza gratis.¨

Luna se atreve a recrear la escena de un suicidio desde el puente de Brooklyn, lanzando la pelota de ping-pong de la mesa al suelo. Mientras tanto, López ya tiene puesto un gorro en la cabeza, tal vez de lana o de cualquier otro material, y comienza a escribir. 

A diferencia de las tres hojas anteriores, la cuarta no es arrojada al piso; cae en las manos de uno de los asistentes. 
'Molooooch, Moloooch' es lo que grita López, mientras toca su guitarra. ¡Moloch! ¡Soledad! ¡Mugre! ¡Fealdad! ¡Tachos de basura y dólares inconseguibles!... Luna toma agua, coloca el pañuelo que está en la silla en su cabeza, like a hippie. Se sienta en el suelo y mira al público. Nos analiza. Jaime termina de cantar al dios que Ginsberg nombra en su poema, y Luna se va del escenario. La expectativa en la sala es la siguiente escena. Todos con la misma cara y los mismos gestos, esperando ver qué pasará. El señor de la guitarra, sí, sí, Jaime, coloca sobre sus hombros una bandera de Los-Estados-Unidos-de-América; los United State; la Yoni, pues.
De pronto, mientras todos miramos a López, Diego comienza a caminar por el pasaje principal del salón. Camina lento, con sus hojas en mano, haciendo algunas paradas, viendo al público y el público sorprendido por el giro que ha tomado la obra. Un gran porcentaje de las mujeres que están presente no creen tener al famosísimo y guapote actor tan cerca de ellas. 


¨¡Oh Victoria, olvida tu ropa interior, somos libres!¨ 

Mientras el actor baila y bebe, se escucha en medio de los 800 asientos que alguien grita ¨santoooo... santooooo... santoooo¨; el público no sabe a quién ver, si a Luna en medio de un éxtasis teatral, o buscar al que grita 'santooo'. 

De pronto, López se levanta de su silla, y juega ping- pong solo. Se sigue escuchando los gritos y las líneas de Diego parece que lo llevarán a un orgasmo en escena. 

Se arrodilla, golpea al piso. 

Grita 'Alma' y todos hemos acabado con él. 




*La FIL de Guadalajara presentó el viernes por la noche la lectura dramatizada del poema Howl, con la actuación de Diego Luna y la música de Jaime López.
* Howl es el poema del poeta beat estadounidense Allen Ginsberg.
*Todas las fotografías son tomadas de la FIL de Guadalajara.

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