Comenzamos una nueva etapa. En realidad lo hacemos con las mismas energías, y con las mismas expectativas de todos los años. Si nos planteamos metas, asegúrense de estar conscientes de que no las van a cumplir a todas. Las estadísticas me dan la razón.
Cuando dan las 12 de la noche, nos abrazamos, brindamos y la magia se va. Desde que era pequeña, el 31 de diciembre siempre me resultó un tanto deprimente. Pero este año fue diferente; al 2012 lo recibí en el mar. Mi mar. No me conviene ponerme Morelia y decir ‘el 2011 fue uno de mis años más fuertes y duro. Resulté más golpeada de lo que comúnmente me permito’. Lo que sí me conviene, en cambio, es sacar lo mejor y lo peor; lo ridículo y lo denso. Del año pasado aprendí que la familia no siempre es el pilar fundamental de mi vida. Decidí confiar en los que me rodean, y bueno, hasta ahora me ha ido bien. Aprendí que las borracheras son mejores con el Gin-Tonic, siempre y cuando mi acompañante esté dispuesto a aguantarme la chumadera. Abrí puertas y conocí a gente interesantísima, como cuando hice el reportaje de las redes sociales y me topé con James, fanático de David Bowie; también conocí a @Calu y a su bitácora, de la cual he aprendido tanto. Perdí amigos. También los gané, como Taty y Salo; Fercho y Juan Diego. Todos ellos están aquí, siempre aquí. En mi 2011 me arriesgué y le acepté al desconocido barman del #ViejoMinero un café, sólo porque siempre que iba al bar tenía ganas de acercarme a él y decirle que me encanta su trabajo. Hoy, todas esas personas se quedan en mi blog, porque a pesar de la pereza que tenía cuando lo abrí, ahora le tengo cariño.
Ahora, entre mis poquísimas metas que tengo para el 2012, decidí poner de parte y no decepcionarme cada vez que me doy cuenta que no puedo comerme el mundo en un par de bocados. Mi ambición, por más buena que sea, suele frustrarme. La frustración también viene cuando lloro porque tengo la razón en cuanto a la relación con mi papá. Si en este año se acaba el mundo, quiero morirme recibiendo un perdón sincero; o sino, la muerte no tendría sentido. Hablando de llantos, también tengo planeado no abrir ‘El viejo y el mar’ de Hemingway en un largo tiempo. Son dos veces las que lo voy leyendo, y siempre termino mal. Resulto re-sensible y frágil con ese libro. Pero bueno, continúo contándoles: seguir creciendo profesionalmente, ese es el objetivo constante; hasta ahora no me quejo. El esfuerzo que estoy haciendo por adaptarme a un ritmo de vida que nunca imaginé que podría llevar, está dando sus frutos. También pretendo ser un poquito normal y asistir a esas citas donde el chico me miente la mitad de la noche; la cuestión es seguirle el juego pero con estilo. Aún así, no voy a abandonar la costumbre de usar perfume en ocasiones especiales, para que lo noten y me lo digan. Esto es lo que tengo que cumplir en mi nuevo año; aparte de cranearme hasta el cansancio ese libro tan lindo de paradojas que me regalaron por navidad y no enseñarles el nuevo decorado de mi baño en cada foto que me tomo, sólo para mostrarles lo bonita que me veo cada vez que me arreglo para salir.
Y así, espero que esta etapa esté llena de lleno de proyectos para ustedes, y de metas que puedan cumplirlas. Por favor, no prometan cambiar el mundo, porque no lo van a hacer. Pero si quieren, pueden prometerme una tarde con buena música, un café o un viaje, que tanta falta me hace. Hasta mientras yo los espero con James Morrison al lado. También pueden distraerse con las fotos de mis momentos felices del 2011.
De blanco, lista para recibir al 2012
El 7 Días en la Técnica, una de mis mejores experiencias
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